Este aluvión de declaraciones solamente genera incertidumbre en la mayoría de la población. La política está utilizando el regate corto para solventar un problema de profundo calado: el dinero y cómo repartirlo. Seguramente en Cataluña hay ciudadanos que apuestan por la independencia por razones históricas, políticas y sentimentales. Otros están en contra por los mismos motivos. Pero la mayoría está acuciada por los latigazos de la crisis, la falta de dinero y por la sensación que en España el dinero no se reparte de forma equitativa. Y en España, la mayoría piensa que el estado de las autonomías es un desastre y los catalanes unos manirrotos que encima quieren más dinero para pagar sus excesos y sus veleidades separatistas.

Esta es la clave del conflicto, el dinero. El no escuchar, el menospreciar al diferente. El presidente de la CEOE, Juan Rosell, lo definía de una forma meridianamente clara: “La independencia sería un tremendo problema económico”. Lo sería por los dos lados por eso instaba a la política a resolver “el problema de una vez”. Hizo, el presidente de la patronal, un añadido interesante con el que pretendía centrar el debate y afirmó que “hay que debatir con la cabeza fría y con números encima de la mesa”. O sea, menos soflamas y más ponerse a pensar en soluciones.

Sin embargo, estos números brillan por su ausencia. Los nacionalistas lo justifican todo por el expolio fiscal. 11.000 millones por año paga más Cataluña de lo que recibe. Todos los estudios hasta 2009 así lo afirman. Incluso lo reconocía La Razón del sábado. Cataluña aporta 27.148 millones y recibe 15.777. Pero, pocos datos tenemos de 2010 y 2011. La crisis ya estaba golpeando con crudeza las finanzas y los ingresos caían en picado. Con seguridad, estos 11.000 millones de déficit fiscal no son tantos ni mucho menos. Tampoco en Madrid, que hasta 2009 aportaba 66.000 millones y percibía 11.475, aunque tiene, sin duda, el plus de capitalidad que le hace percibir una buena suma por otros canales.

Con estos datos en la mano, está claro que hay un desequilibrio en las cuentas del estado. El resto de las CCAA no pueden protestar. Reciben más de lo que aportan. Y así llevan 30 años. Algo deberían haber hecho sus gobernantes para desarrollar sus economías porque la solidaridad no puede durar eternamente. Y ahora la solidaridad es más compleja, porque lo dicho, no hay dinero. Conclusión, tenemos un problema y sería necesario hincar codos y dar soluciones.

Pero, los nacionalistas catalanes han entrado en otra deriva. No les interesa un acuerdo. Les interesa la independencia. Dicen que con la recuperación del déficit fiscal en Cataluña se podría mantener el estado del bienestar y propiciar el desarrollo. Sin embargo, esta afirmación tiene los pies de barro. Cataluña tiene los bancos cerrados. Su déficit es superior a los 44.000 millones de euros. En caso de ser independiente su prima de riesgo superaría con creces a la española. Algunos economistas apuntan que sería, nada más y nada menos, el doble de la española. Los 11.000 millones apenas darían para pagar la deuda que, por cierto, ahora se paga por los anticipos de España, ¡lo que son las cosas! Además, los nacionalistas ocultan otras realidades. Pagar el subsidio de paro a los catalanes costaría algo más de 5000 millones y las pensiones más de 12.000 millones. Por este concepto, solamente se recuperarían vía cotizaciones unos 7000. O sea, sólo con esto se comería el déficit. Nadie explica, y menos en el mundo secesionista, cómo se afrontarían las inversiones en infraestructuras, qué pasaría con las inversiones extranjeras sometidas a la tensión de un proceso de independencia, qué harían las multinacionales implantadas en Cataluña o cómo se vería afectado el negocio de las empresas catalanas en España. Me refiero en concreto a las empresas financieras que tienen más de dos terceras partes de sus imposiciones en el resto de España, y a las empresas que la mayor parte de sus ventas se hacen a un lado del Ebro. Dicen los nacionalistas que lo que no se venda en España se vendería en Europa. Bien, puede ser cierto. Sólo pregunto a qué precio. Cuando buscas mercados, y los buscas por necesidad, éstos te están esperándote con el tío Paco, el de las rebajas. O sea, que marcan los precios y, mira por dónde, son más bajos que en el mercado anterior.

Estos números no dan para mantener los gastos de un estado. Y eso que no hacemos referencia a los costes sociales ni a los gastos que representa construir un nuevo estado. Ciertamente hay un desequilibrio que se hace necesario abordar en la estructura institucional de España, pero también ciertamente, la independencia es la condena a la miseria durante al menos 20 años en un momento en el que la crisis económica no tiene visos de tener un punto y final. La situación es compleja y está claro que no puede seguir así. Hacen falta soluciones. Soluciones que vendrán del diálogo y el entendimiento. Juntos, no por separado. Hace falta construir un nuevo estado. El que tenemos hoy ya no sirve. Ha cumplido su función y se ha de decretar su defunción buscando nuevas vías federales. La independencia no sirve. Es sólo una entelequia que satisface a algunos corazones pero es sinónimo de ruina. ¿Independencia? No, gracias, porque un descosido no se arregla con un roto.