No puedo entender cómo dirigentes políticos, mediáticos y sociales piden que el sevillano sea engrillado porque unos cuantos parados andaluces hayan sacado unos carros de comida de un supermercado. Pero lo esencial del acto, al margen de su inmensa y cósmica repercusión mediática colocando a nuestro país en una situación pre-revolucionaria, es recordar a los poderosos e instalados que en estos momentos hay familias, muchas familias, que apenas pueden comer. Y ante eso, oiga, no hay ni leyes ni reglamentos que puedan proteger las bienaventuranzas de los instalados frente a los que han quedado, bien a su pesar, excluidos.
Esta es la cuestión. El resto, ‘paqueiradas’ ante las que se retratan unos cuantos.

El Evangelio
Lo más irónico del asunto es que dialécticamente Gordillo les juega en su terreno: invocando el Evangelio. Esto se les olvida reseñarnos en sus crónicas a los periodistas que escriben sobre España. Y tiene mucha enjundia precisamente porque esos que se rasgan las vestiduras ante el grito de Gordillo y sus compañeros suelen ser meapilas y escudarse bajo las Sagradas Escrituras. Verbigracia, el ministro del Interior siempre tan poderoso con los débiles y ante caganeta ante los fuertes. ¡Te vas a condenar Fernández Díaz!

Candados en los contenedores
Junto a la acción política de los sindicalistas andaluces (acción política se pongan como quie hay otra noticia en este insoportable solsticio que me ha llamado poderosamente la atención. Un ayuntamiento catalán ha ordenado poner candados en los contenedores de basura con el objetivo esencia de que aquellos que pasan hambre no puedan desvencijarlos.

¡Resulta increíble, patético, estremecedor! ¿Acaso hay algún ser humano pululando por este injusto mundo que guste de alimentarse de los desperdicios que arrojan sus semejantes?

Situación alarmante
El influyente semanario alemán “Der Spieger” –dicen que el medio de cabecera de la canciller Merkel-le ha hecho esta semana los honores de Sánchez-Gordillo en un trabajo periodístico en el que coloca a nuestro país en una “situación límite” de estallido y revuelta social.

Es muy posible que lleve razón. Desde luego las diferencias con el 34 son notorias, pero ello no debe hacernos olvidar la enorme gravedad de la situación y que dadas las circunstancias el país y la calle se le puede escapar de las manos no sólo ya al Gobierno sino al conjunto de las instituciones y la llamada clase política en su conjunto.

Cumplir con todas y cada una de las exigencias que impone el BCE, Berlín y los mercados puede tener un altísimo precio desde el punto de vista de la estabilidad de la calle. Eso lo sabe hasta un niño de teta. ¡Allá ellos con su responsabilidad!

Desde luego encarcelando al mensajero (Gordillo) no se soluciona el hambre y la extrema necesidad.

Y concluyo: con hambre no hay democracia. No es posible.

Graciano Palomo es periodista y escritor, director de FUNDALIA y editor de IBERCAMPUS