Resulta que un tipo investigado por el FBI, con aspecto de mafioso de quinta división, hortera a no poder más, dice que quiere poner en España una cosa parecida a Las Vegas y Esperanza Aguirre hace desfilar a un batallón de infantería delante de él. Sheldon Adelson quiere expandirse porque Las Vegas se le ha quedado pequeño y busca otro desierto en el que poder recrear Venecia para turistas despistados. Y Madrid, como no podía ser de otra manera, se vuelca. Nadie ha estudiado si ese Las Vegas en Torrejón puede ser un éxito o será igual que  la quebrada Terra Mítica, el fiasco del Parque Warner o el Ave a mil por hora para llegar a Cuenca. No, no hay que estudiar nada porque todo lo que Adelson toca se convierte en oro, falso pero oro, y no estamos para enfadarnos con el empresariado norteamericano.

Así que le damos lo que quiera y un poco más. Reunión con las más altas autoridades políticas y empresariales (OHL, Indra, FCC, Inditex, Sacyr, Iberia, Renfe…). Todos quedaron muy contentos: Zara piensa que es posible que por fin pueda abrir una tienda en España pagando salarios chinos; Iberia ya está soñando con construir un aeropuerto en Eurovegas y Renfe, como no, ya está pensando en hacer allí un apeadero del AVE. Después de los empresarios, le pusimos a Adelson una comitiva blindada y bien blindada no fuera a ser que a algún indignado le diera por tirar al paso de la susodicha una bomba fétida. A la hora de comer le llevamos a comer una comida vanguardista consistente en espuma de alcaparra caramelizada firmada por un novísimo creador de la cocina porque en eso sí que nos hemos modernizado y, al menos, hemos dejado atrás la tortilla de patata. Ahora hemos vuelto a ser pobres, pero no por eso dejamos de ser modernos. De lo importante también se habló: los terrenos, y ahí no hubo ni un problema. Y es que, como dijo el otro día ese otro hortera de Donald Trump, aquí casas para la gente no hay, pero regalamos los terrenos a cualquier rico que prometa reproducir Venecia a tamaño natural. Finalmente: lo más importante. Adelson exige que se cambien las leyes. Y se le dijo que también,  será por leyes.

Adelson, como buen empresario de Las Vegas, no se anda con tonterías y el hombre no entiende que aquí haya sindicalistas cuando ya sabemos dónde y cómo acaban los sindicalistas en Las Vegas, así que ha pedido a Esperanza Aguirre una buena ley que impida que ese vicio europeo se extienda por sus territorios. Tampoco le gustan a Adelson esas fruslerías socialistas del salario mínimo, las 8 horas de trabajo o la prohibición del proxenestismo, ¡dónde vamos a llegar! Que no se pueda fumar en sus casinos le parece una aberración y nuestra presidenta ha corrido a asegurarle que tranquilo, que “evidentemente se cambiará la ley”, nunca nos cupo la más mínima duda.

Todo esto puede parecer un poco humillante, pero también podemos encontrarle el lado divertido y es que, como debe saber Adelson y de ahí su empeño en instalarse por aquí, a graciosos y salados a los españoles no hay quien nos gane. Si esperamos un poco, Adelson terminará pidiendo que Esperanza Aguirre se vista de flamenca para inaugurar el complejo de juego y ella, que es tan castiza, no dudará en hacerlo. Esto, que tiene su gracia, tiene también su lado malo y es que mientras que es muy posible que Adelson encuentre en un desierto de Torrejón su particular El Dorado, puede que, en cambio, ver a la presidenta de la comunidad de Madrid vestida de gitana, sea algo que no acabe de inspirar confianza a Merkel y sus mercados. Así que hay que andarse con pies de plomo en esta cuestión. Hacer el ridículo pase, pero sin pasarse.

Beatriz Gimeno es escritora y expresidenta de la FELGT (Federación Española de Lesbianas, Gays y Transexuales)
http://beatrizgimeno.es