¿Pero no sería lógico e incluso cristiano que -en medio de la crisis y del alud de recortes económicos y sociales, promovidos por el Gobierno de España y por el Govern de Catalunya- la propietaria de unos 100.000 inmuebles, que es la Iglesia, pagara este tributo? Los obispos se acogen a la legislación vigente que, en lo tocante a la Iglesia, conecta con los acuerdos entre el Gobierno de UCD y la Santa Sede, un remedo del Concordato de 1953, aprobado por el dictador Francisco Franco y el Papa Pío XII.

Los privilegios eclesiásticos siguen en buena parte vivos y bien vivos. La alcaldesa de Madrid, Ana Botella, declaró recientemente, según publicamos en ELPLURAL.COM, que no cobraría ningún impuesto a la Iglesia, entre otras razones debido a la acción social de la Iglesia. Botella, que es católica a macha martillo, accedió al cargo no a través de las urnas, sino sobre todo gracias a su marido, José María Aznar, a su antecesor, Alberto Ruiz Gallardón, y al beneplácito de Mariano Rajoy, presidente del Gobierno español. Y es que todavía hay clases.

La Iglesia, ni tocarla, proclama el Gobierno popular, y además conviene que se muestre más bien contenta en el trato. El último inquisidor, defensor acérrimo de la religión católica tridentina, está siendo José Ignacio Wert –antiguo democristiano-, actualmente ministro de Educación. En menos de medio año ha convertido Educación para la Ciudadanía en una especie de catecismo del famoso padre Gaspar Astete (1537-1601) y del no menos famoso padre Ripalda (1536-1618). Ni referencias a los homosexuales ni apenas a la sexualidad, ni a las desigualdades. Sí, favorece a la iniciativa privada. Sí, loa “la familia en el marco de la Constitución”.

En fin, que a los cardenales, los obispos, los párrocos, los presbíteros, los opusimos, los ortodoxos, corazón santo, tú reinarás, etc.etc. les ha tocado la lotería con el Gobierno popular. De momento, sin embargo, parece prudente que Rajoy no vaya a las procesiones bajo palio, aunque se lo merezca. Tampoco, hoy por hoy, convendría que Wert fuera bajo palio. También se lo merece, por supuesto.