Y crecí en medio de mensajes, explícitos e implícitos, que me hacían sentir la vida como algo gris, oscuro y peligroso. Nos inyectaban en vena el recelo y el miedo al mundo y a lo desconocido propios de toda tiranía; porque todo totalitarismo se nutre del sectarismo y del odio a lo foráneo, lo ajeno y lo diferente, marcando a fuego fronteras, murallas, diques y parapetos que nos alejen del universalismo, del conocimiento y de los valores humanistas que defienden el pluralismo, el respeto y la solidaridad. Sin embargo, la experiencia de la vida me fue mostrando que, al contrario, el mundo y la vida son algo realmente maravilloso; y que el peligro no está en la apertura, sino en el ostracismo y la cerrazón.

Vivimos en un verdadero paraíso natural; nuestro mundo podría ser un Shangri-La, ese paraíso perdido que, a modo de metáfora, describía James Hilton en su novela, si no estuviera siendo dañado y asolado por la codicia y la ignorancia humana; esa ignorancia, tan profunda y tan extendida en la derecha política, que desconoce que todos los seres que le habitamos somos parte importante e indivisible del todo que es la naturaleza y el cosmos, lo cual ya los sabios griegos nos recordaban en el Oráculo de Delfos como esencia de toda sabiduría. Sin embargo, desde que la especie humana tomó consciencia de tal, la historia universal ha progresado desde la tensión entre dos fuerzas antagónicas y opuestas, marcando avances o retrocesos: la aspiración humana a los valores universales de justicia, verdad y belleza, y la fuerza contraria que, por oposición, siempre ha puesto freno, mediante la represión, el abuso y el sometimiento, a la libertad, la solidaridad y la felicidad humana. Se trata, en esencia, de la lucha entre el bien y el mal.

¿Que qué tiene que ver esta reflexión general y subjetiva con el momento actual? La relación es evidente, porque la gestión política y social del actual Gobierno está poniendo graves barreras a esas aspiraciones universales que han sido siempre el motor de todo progreso político, histórico, social y humano. Porque el Gobierno que tenemos encima está abusando de los ciudadanos, está acabando con sus derechos, está cercenando las libertades y poniendo en situación de emergencia los valores democráticos conseguidos en las últimas décadas. Porque está engañando y, a la vez, ignorando groseramente a la ciudadanía.

Porque este Gobierno al servicio del poder abusivo neoliberal está dejando sin trabajo y sin servicios básicos a millones de personas, llevando a la precariedad extrema a miles de familias, mientras aumenta abusivamente los impuestos, y mientras privatiza con descaro los bienes públicos. Porque está conduciendo al país a un neo-medievalismo en el que, parece, aspira a retrotraernos a situaciones históricas abusivas y totalitarias, ajenas del todo a todo ideal democrático y a esos valores universales de justicia, verdad y belleza, que son realmente el eje ideológico de todo lo bueno que habita en el género humano.

Pero, pese a todo, y pese a la derecha neoliberal y sus desmanes totalitarios, el mundo sigue siendo maravilloso. Y esa vocación universal de aspiración a la armonía y a la solidaridad sigue y siempre seguirá habitando en el corazón de la mayoría de los seres humanos; en esa mayoría que aspira a la evolución ética y democrática de las sociedades. Esa mayoría que creemos en los ideales de fraternidad, belleza y verdad que ya nos cantaba Louis Armstrong desde principios del siglo XX en su canción más mítica y universal. Porque, parafraseando a mi querido amigo y compañero de ELPLURAL.COM, Rafael Fernando Navarro, "...las personas...no somos déficit. Somos la grandeza de quien posee una fuente interior de derechos que nadie nos puede arrebatar. Y si alguien lo intenta, debería verse las caras con una humanidad puesta en pie como un río rebelde."

Coral Bravo es Doctora en Filología