Si muchos "piadosos" cristianos fueran capaces de "ver" al Cristo que tanto invocan (una esencia abstracta con la que sería capaz de comulgar aun a pesar de mi agnosticismo) en cada pobre, en cada parado, en cada desalojado de su vivienda, en cada inmigrante con un una mochila a la espalda, en tantos y tantos seres humanos con los que coincidirían cada día en el metro si se dignaran a viajar en esos toscos y ordinarios gusanos mecánicos subterráneos...

Un Cristo colgado
Si esos hombres y mujeres, muchos de ellos de misa dominical y hasta diaria, se encontraran con "ese Cristo" y no con el de los crucifijos que tanto les gusta ver colgados de un clavo (y querrían imponer) en despachos oficiales, aulas docentes y actos de jura de cargos oficiales, otro gallo cantaría no solo para ellos sino, sobre todo, para los pobres, los no tan pobres e incluso para el mismísimo Cristo que debe estar más que harto de la interesada manipulación que desvirtúa sus enseñanzas.

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