En estos momentos el ciudadano no cuenta con una mínima seguridad sobre nada. No tiene ni idea sobre si existe alguna materia de nuestra forma de vida que quedará a salvo de la quema.

La ciudadanía vive angustiada en la peor de las incertidumbres, constatando que no hay nada intocable, se prometa lo que se prometa.

El presidente nos había prometido que recortaría en todos los capítulos menos en los de la sanidad, la educación o las pensiones.

¿Ignoraba Luis de Guindos la promesa presidencial cuando ha anunciado, primero en Alemania y luego en España la participación de cada cual en los gastos sanitarios en razón de su renta?

¿O cumple de esta forma el ministro de Economía el encargo de su jefe de adelantar al público una de las medidas que prepara, a ver qué pasa?

La ministra de Sanidad, Ana Mato,  se ha expresado en sentido contrario. ¿Se lo ha encargado el presidente ante la reacción provocada por el compañero de Economía?

¿O lo que ocurre es que Mariano Rajoy no se aclara y cada ministro trabaja por libre? ¿O es que el presidente no se habla con sus ministros ni los ministros entre sí?

¿Se han hecho un lío o el gallego está orquestando la ceremonia de la confusión?

Mariano Rajoy parece reencarnarse en Don Tancredo, un torero que creó escuela. Se subía a una banqueta y esperaba al toro subido en una banqueta, se inmovilizaba, aguantaba la respiración y allí esperaba que el toro le derribara o pasara de él. El tancredismo ha tenido notables seguidores en la vida política.

Justamente en estas épocas de confusión sería justo y saludable que el presidente se explicara con más detalle  y frecuencia, que, como prometía en campaña cogiera el toro por los cuernos y dijera algo más que jaculatorias. En el parlamento, desde luego, pero también en la prensa y ante su propio partido.

Lo último que uno pudiera esperar sucederá hoy cuando Rajoy se dirigirá a la dirección de su partido sin admitir preguntas.

No basta con decir que estamos al borde del abismo, hay que esforzarse, sin ocultar la verdad por supuesto,  por elevar el ánimo ciudadano, cuya angustia reflejan los barómetros del CIS. En definitiva debería esforzarse en recuperar la confianza personal perdida que es también la confianza en España.

En el dilema de si el gallego no sabe qué hacer o que nos engaña me quedo con lo primero. No actúa con mala fe. Simplemente no sabe lo que se sentirá obligado a decidir mañana.

Sospecho que cuando prometía no subir impuestos, no proceder a amnistías fiscales, no tocar la sanidad ni la educación ni la dependencia lo hacía con reserva jesuítica. Quizás cruzara los dedos indicando que no se tocará nada de ello mientras no se vea obligado a ello.

Mariano Rajoy debería aclararnos lo que pasa pero antes debería aclararse él mismo.

José García Abad es periodista y analista político