José Antonio Griñán decidió el pasado mes de julio que convocaría las elecciones andaluzas después de las generales. Era una decisión complicada en clave interna socialista porque siempre se han hecho coincidir con las generales por aquello del “granero socialista andaluz” y porque Rubalcaba quería que coincidieran. En las autonómicas y municipales de mayo de 2010 ya se había comprobado que Andalucía había dejado de ser “el granero”. Griñán sabía que si quería tener una mínima posibilidad de seguir gobernando tenía que separa ambos comicios porque también sabía que el PP no podría estar en el Gobierno cuatro meses sin tomar decisiones, es decir, sin recortes. Además la campaña del Partido Popular le dio pistas: Rajoy prometió que no subiría impuestos y que no abarataría el despedido. Nada más llegar a Moncloa hizo lo contrario, subió impuestos y aprobó una reforma laboral que abarata el despido y fulmina derechos sociales. Los ciudadanos fueron a votar el 25 de Marzo ya con una evidencia: Rajoy mintió. Y con una sospecha: lo que nos espera es aún peor y lo ocultan.

Según ha podido saber ELPLURAL.COM, el Presidente de la Junta barajó la posibilidad de convocar las elecciones coincidiendo con la fecha exacta de los cien días de Gobierno de Rajoy, el 1 de abril, pero al coincidir con la Semana Santa lo descartó. Hubo un hecho importante que apuntaló la estrategia de retrasar la fecha electoral: Griñán supo, por indiscreciones de asesores de Rajoy a importantes empresarios, que el PP aprobaría una reforma laboral durísima y que estaban dispuestos “a enfrentarse a dos huelgas generales”. Retrasar los Presupuestos Generales del Estado para después de las andaluzas fue una estratagema que no le funcionó al PP y que, como se ha visto, ha sido absolutamente dañina para la economía española.

Segunda clave: apostar por la renovación  y denunciar los ERES en el juzgado
Hubo un movimiento en clave interna que no le salió bien: apostar por Carmen Chacón en el 38 Congreso Federal, pero que le sirvió de puertas afuera del partido para visualizar que  tenía autonomía para distanciarse de Ferraz. La batalla interna desatada en el PSOE andaluz provocó que destacados dirigentes se dedicaran, en plena campaña electoral, a arremeter públicamente contra el Presidente de la Junta. Los periodistas andaluces nunca vieron nada igual, pero Griñán trasladó la imagen de que sabía resistir y pelear.

El escándalo de las subvenciones públicas para Expedientes de Regulación de Empleo fraudulentos en empresas fue la punta de lanza de la derecha mediática y el eje central de la campaña de Arenas. Pero José Antonio Griñán hizo que la Junta denunciara los hechos ante el juzgado y se personara como acusación particular. Es un escándalo que ponía a Andalucía al nivel de Valencia y Baleares, pero con una diferencia crucial: Griñán no estaba implicado, todo el mundo sabía que era un “marrón que le tocaba comerse” y, además, dio la cara.

Tercera clave: Campaña electoral con “patriotismo andaluz” y humildad
Uno de los errores clásicos de la derecha española es considerar a Andalucía como un Comunidad Autónoma más. Falso, los andaluces siempre se han sentido como una comunidad con una fuerte identidad propia, igual que gallegos, vascos y catalanes. Y conectar con ese sentimiento fue el acierto estratégico de la izquierda desde la Transición.

El lema de la campaña de Griñán, “Por nuestro propio camino” no es baladí, da fuerza a la identidad andaluza, señala que hay otra forma de gobernar distinta a la de la derecha y marca distancias con Madrid, “internas” (en clave de partido) y externas.

Consciente de la gravedad de la crisis y la dificilísima situación de millones de ciudadanos, apostó por la austeridad escénica. Hizo una campaña electoral sin grandes fastos ni celebraciones, sin despliegues carísimos. Austeridad coherente con los tiempos que corren y humildad para un candidato al que todo el mundo daba por derrotado y fuera del poder.

Cuarta clave: el debate en Canal Sur
En una democracia moderna un candidato jamás puede rechazar un debate. Arenas cometió un error de manual con el que dio imagen de “ir sobrao”. Al plantearse solo un debate a dos con el candidato del PSOE y el de IU, Griñán pudo cometer un error, pero no lo hizo. Muchos compañeros del Presidente andaluz le intentaron convencer para que no acudiera a ese debate. Con buena voluntad consideraban que ir a debatir solo con Izquierda Unida no podía aportar nada bueno porque no estaba el PP para afearle sus mentiras de Gobierno. Griñán optó por ir, con lo que visualizó algo mucho más rentable: agigantó la ausencia de Arenas, trasladó el convencimiento de que es alguien que da la cara ante los ciudadanos y que no rehúye responsabilidades. Acertó de pleno.