¿Dónde está el cambio? El PP se ha dado de bruces con Andalucía, movido por su soberbia desde La Moncloa y desde otros escenarios peninsulares. Su tsunami no ha logrado salpicar a Andalucía y el chasco en la calle San Fernando de Sevilla es monumental, con el 100% de los votos ya escrutados.

Lo que algunos llaman victoria de Javier Arenas (pírrica, porque no le sirve para gobernar) se parece a aquel equipo que matemáticamente no puede llevarse la liga, pero que mete goles en las últimas jornadas. Lo peor de todo es que ese juego ha sido sucio, mediante engaños y mentiras, y ocultando o amortiguando (incluso negando) las atrocidades políticas que desde Madrid ya se están haciendo. Lo peor para todos es que las elecciones andaluzas eran las que tenían paradas a las gaviotas de La Moncloa en sus altos vuelos (ahora es cuando van a evacuar polímeros no hidrolizados a gusto de la CEOE y los puñeteros mercados sobre el pópulo; he ahí la incongruencia de llamarse Partido Popular).

Volviendo a las Arenas, en el suelo andaluz el dato objetivo de estas elecciones es que, con 1,5 millones de votos, el PP no puede gobernar, porque PSOE e IU representan juntos 2 millones. Es pura matemática y lógica ideológica-política. Los iluminados ahora andan diciendo que la democracia consiste en que gobierne el que más votos tenga, obviando que en una democracia parlamentaria lo que elegimos es un parlamento y que solo este es el que tiene potestad para elegir al presidente de la Junta de Andalucía. Un pacto entre dos fuerzas políticas es legítimo. Ya lo hizo Aznar, por ejemplo, con canarios y catalanes en su primera legislatura. Lo raro no son los pactos parlamentarios, porque así es como se hace la política, así es como se sacan adelante leyes importantes (y a veces mediando incluso alguna que otra copa después de almuerzos en los que el plato fuerte era la norma equis o la ley zeta). Los pactos no son raros, son sanos. Lo raro es que un partido ideológicamente de izquierdas deje que gobierne la derecha. Ese partido lo acabará pagando, porque un electorado ideológicamente de izquierdas es de por sí antifacha.

El PP no va a gobernar porque al propio Valderas le hemos escuchado decir en varias ocasiones que su objetivo era “parar la ola azul en Despeñaperros” y “desplazar el rosa desteñido de San Telmo”. Eso lo ha conseguido, además de aumentar de 7 a 12 escaños y convertirse en el partido que más ha crecido (habría que preguntarse si, de celebrarse elecciones generales ahora mismo, tras este breve paso de Rajoy, no serían muy diferentes las cosas a como son en la Carrera de San Jerónimo). Una vez, con menos años y pocas luces, escribí de Valderas algo de no sé qué pinza con Arenas. El propio Valderas me recriminó tales palabras, de las que me he arrepentido (lo confieso). Ahora, será el momento de comprobar la honradez del de Bollullos del Condado.

El escenario más plausible será un gobierno PSOE-IU. El propio Griñán, tras valorar los resultados electorales, ha indicado que es necesario un gobierno estable. Ahí se ha mojado, en un claro guiño a un pacto. Luego, para que no se note tanto el agua de esa piscina ha matizado que habrá que entenderse con todos, “sin excepción”. Javier Arenas ya sabe que no será presidente de la Junta de Andalucía y que en Andalucía el cambio será el del rojo, que se hará más tostado (como no podría ser de otra manera en esta tierra de sol). Arenas debe plantearse muy seriamente dimitir, aunque desde el PSOE lo que seguramente que querrán es que se siga presentando una y otra vez. La verdad es que da un poco de lástima.

Estos resultados deberían servir al PP para replantearse su agresiva política económica, social y laboral. Debería, pero no le servirá, porque la soberbia y la prepotencia de los nietos del franquismo los hacen sordos a lo que es una democracia: diálogo, consenso... ¡pactos! (pero no con el diablo). Las elecciones andaluzas servirán al PSOE a recuperar su autoestima. Y a todos para que, de una vez, a 26 de marzo ya, Rajoy saque de una vez los presupuestos. Aunque tardará unos días, pues tendrá que modificar ciertas partidas para hostigar a los andaluces por no surfear en su ola (basado en hechos reales: 1996-2004).