Otra cosa es que no haya más remedio, dado el deterioro de las cuentas públicas o como sucede en Cataluña, el sistema está a punto de estallar por los aires en medio del detritus insoportable de un abuso y de un exceso.

La realidad es que nadie se cree esa repromesa presidencial . ¿Por qué? Por varias razones. La primera por los antecedentes. Mariano Rajoy se hartó de decir en campaña electoral que no subiría los impuestos –es más, que los bajaría- y el primer Consejo de Ministros (28 de diciembre 2011) vio cómo el Ejecutivo metía la mano en el bolsillo del IRPF, que es uno de los impuestos más sagrados del sistema, entre el horror de propios y extraños.

Indicios
La segunda gran razón es que hay demasiados indicios dentro del Gobierno para poder colegir que algo se perpetra. Demasiados.
Y el tercer gran argumento para apostar por el copago es, evidentemente, que si hay que ahorrar esas cifras fabulosas y el gasto sanitario supone el 40 por ciento del total del mismo es de cajón concluir que de una forma u otra el poder gubernamental terminará por legislar al efecto. Ese repago sería aplaudido –quizá por vez primera desde la implantación de la sanidad universal y gratuita en España-por un porcentaje de ciudadanos considerable que por mantener el mejor servicio del sistema público español estaría dispuesto a rascarse el bolsillo en alguna cantidad razonable. Finalmente, apuntar que si el govern catalán lo ha implantado el corolario siguiente es que el de la Nación también lo hará. Es la percepción general entre nuestros conciudadanos.

Nepotismo
Los españoles perdonan los errores de sus gobernantes pero llevan muy malamente que intenten tomarles la peluca. De ahí que las noticias recientes que hablan de nepotismos en el entramado de poder popular (Cospedal, Nadal y otros) resultan letales para la componenda ética de una formación política que hizo en su momento la liquidación del adversario montado sobre ese tipo de adargas en relación con las familias y familiares de los dirigentes socialistas.

Ignacio López del Hierro, que es una persona inteligente y experimentada en estas cuestiones, decidió dejar el sillón de Red Eléctrica cuando vio el maremoto que se había levantado a su alrededor y que amenazaba con convertirse en un sutnami devastador para los intereses de su mujer.

No están precisamente los tiempos para ese tipo de ejercicios. Las sagas de poder populares (los Aznar, los Arriolas, los Bermúdez de Castro) son, de alguna manera, reminiscencias de un pasado que no pueden reeditarse en la actualidad.

Lo ocurrido mediáticamente con ILDH y la reacción soberana de la sociedad debería ser una lección a no olvidar ni por unos ni por otros o por otros y por unos. Incluso los medios más cercanos al poder gubernamental han reaccionado con una cierta virulencia ante lo que consideran un hecho escasamente edificante. Por aquello de la mujer del César...

Vuelvo a repetir, se puede meter la pata pero no la mano. Y el pueblo español hace tiempo que sabe distinguir entre los legal y lo ético. Y generalmente entre las dos cosas a la vez.

Graciano Palomo es periodista y escritor, director de FUNDALIA y editor de IBERCAMPUS