El Periódico de Cataluña publicaba este sábado cuatro entrevistas a víctimas de ETA. Además de en su dramática experiencia, todas coincidían en una cosa: habían extirpado el odio de sus vidas. Roberto Manrique sufrió el terrible atentado de Hipercor en 1987 y lo tiene claro: “Mi familia y yo hemos ganado a ETA”.

Discurso no oficial
Manrique no acepta que exista un discurso oficial de “las víctimas” y cree que existe diversidad de opiniones en el colectivo: “¿Quiénes son las víctimas para decirle al Gobierno lo que tiene que hacer? El Gobierno tiene que cumplir la ley. Y punto. Las víctimas no pueden pretender dirigir la política antiterrorista”.

Aceptar el perdón
Froilán Elespe, primer teniente de alcalde del PSE en Lasarte, fue asesinado de dos tiros en la nuca el mismo día que le adjudicaron escolta. Su hijo, Josu, dice que empezó a vivir el día “en que dejé de odiar”. “Aceptaría el perdón sincero de los que asesinaron a mi padre. Porque yo no soy, ni nunca seré como ellos”, explica el joven.

Ni odio ni rencor
Hay más historias similares, como la del periodista Gorka Landaburu (“no tengo odio ni rencor, no me sirve”) o la de Cristina Sagarzazu, viuda de un Ertzaina asesinado, que sólo odia en sueños a los asesinos, pero aboga por el acercamiento de presos. Este domingo también se ha sabido por El País que el empresario Emiliano Revilla aceptó en 2011 visitar en la cárcel a Urrusolo Sistiaga, el ahora disidente de ETA que le tuvo secuestrado 249 días.

Fuera de “las víctimas”
Son otras historias que se escapan de la “oficialidad”, que no encajan en ese discurso de “las víctimas” que elaboran medios como La Gaceta a base de dar voz sólo a los representantes más radicalizados. Como ya se ha contado desde ELPLURAL.COM, son ahora estos sectores los que se han vuelto contra el Gobierno de Rajoy por verse obligado a usar la cordura en sus decisiones sobre política antiterrorista.

Premio ¿ad hoc?
A pesar de todo, se hacen esfuerzos por volver a la unidad. Es el caso del premio “Verdad, Memoria, Dignidad y Justicia”, que acaba de ser creado por la AVT y que ha ido a parar a la Policía y la Guardia Civil, justo ahora que ya está controlada por el PP. El acto valió para juntar a Ángeles Pedraza, presidenta de la AVT (y sucesora ideológica de Francisco José Alcaraz) con Esperanza Aguirre, el ministro del Interior, Jorge Fernández Díaz, la delegada del Gobierno, Cristina Cifuentes, y el polémico director general de la Policía, Ignacio Cosidó.

Cada uno, su papel
Así, este viernes se reunieron todos en la sede del Gobierno de la Comunidad de Madrid y cada uno interpretó el papel que le tocaba. El ministro del Interior aseguró que ETA no era “un problema político”, todo lo contrario de lo que había dicho unas semanas antes en el mismísimo Congreso de los Diputados. Y Pedraza contentó a su anfitriona, la lideresa madrileña, al decir que era “indigno” y “una vergüenza” que los sindicatos se manifestasen el 11 de marzo.

Invitada en El Gato al Agua
Y es que nada une más a dos facciones enfrentadas que tener un enemigo común, y tanto PP como las víctimas afines lo han encontrado en los sindicatos. Incluso a través de la mentira, como demostró esta semana Ángeles Domínguez, presidenta de la Asociación de Ayuda a las Víctimas del 11-M, cuando fue invitada a El Gato al Agua. Allí se preguntó maliciosamente que “¿dónde estaban los sindicatos en los actos de los últimos años?”.

Celebraciones sindicales
La respuesta a la pregunta de Domínguez es ‘en los actos del 11-M’. Tanto UGT como CCOO acudieron e incluso organizaron actos en recuerdos de las víctimas los últimos cuatro años. La diferencia es que sus actos eran en colaboración con la Asociación 11-M Afectados por el Terrorismo, que es la que acoge a la inmensa mayoría de los afectados y que preside Pilar Manjón. Pero claro, esta asociación se niega a entrar en la guerra contra los sindicatos. Y nunca acude a El Gato al Agua. Y Esperanza Aguirre les niega las subvenciones a las que tienen derecho.