Garzón parece dispuesto a llegar hasta donde pueda legalmente hacerlo, sin retroceder ni un solo paso, con el fin de defender sus derechos constitucionales. Él cree firmemente que la sentencia condenatoria del Supremo “es gravísimamente errónea, en cuanto se le condena por una acción que no se encuentra tipificada como delito en las leyes”.

Sentencia “arbitraria e injusta”
Y cree también que la sentencia “es arbitraria, irrazonable y manifiestamente injusta, y dictada "extra legem", o sea, no regulada por la ley. Si la ciudadanía fuera consultada acerca de si a Garzón se le ha hecho o no justicia, la mayoría de los españoles diría clamorosamente que no. Es más, esa mayoría subrayaría que estamos ante un proceso judicial cuyo auténtico objetivo no era otro que frenar en seco el caso Gürtel y ponerlo definitivamente –como ya ocurrió con el caso Naseiro- en vía muerta.

Abril 2010
Algunas voces muy respetables, procedentes de la izquierda, como Santiago Carrillo o Gaspar Llamazares, entre otros, han aludido estos días al caso Dreyfus. No les falta razón, ciertamente. El 19 de abril de 2010, en la revista El Siglo escribí un artículo titulado El caso Garzón y el caso Dreyfus, cuando comenzaba a observarse un probable golpe de mano político, convenientemente camuflado por la solemnidad de la justicia.

Villarejo y su ‘Yo acuso’
Afirmé lo siguiente, que sigue siendo, dos años después, válido: “El caso Garzón recuerda el histórico caso Dreyfus. El proceso judicial militar, que duró cerca de diez años, contra el capitán Alfred Dreyfus provocó serios enfrentamientos entre la Francia progresista y la Francia conservadora. No fue un juicio sumido en el silencio, como pretenden los que se quejan (…) de que los jueces de Garzón sean sometidos a la presión de sectores relevantes de la opinión pública. Hay que acatar las sentencias, pero es legítimo en democracia criticar a los jueces (…) Carlos Jiméneaz Villarejo ha hecho de Emile Zola difundiendo su Yo acuso. (…) Cuando la justicia se transforma en injusticia la protesta no sólo es legítima, sino necesaria”.

La batalla de la dignidad
No olvidemos que el capitán Dreyfus fue perseguido por ser un demócrata. Lo mismo, o muy parecido, le pasa ahora a Garzón. Lo atacan por ser un juez demócrata, progresista. Si hubiera podido acabar su tarea de instructor del ‘caso Gürtel’, las cosas habrían sido electoralmente bastante distintas. Jueces como Garzón enojan enormemente a la derechona en su dimensión judicial y mediática. La prensa popular se la tiene jurada. Para la democracia española sería, en estos tiempos difíciles, muy importante que Dreyfus/Garzón ganara la batalla de la dignidad.

Enric Sopena es director de ELPLURAL.COM