Cuando lean esta anécdota, que tan bien cuenta Javier Sanz en su magnífico blog Historias de la Historia, ya se habrá aprobado la reforma laboral más secreta de la democracia. Mientras se escriben estas líneas, todo son especulaciones y las únicas certezas las tiene Mariano Rajoy, que ya sabe que habrá una huelga general y que no se creará empleo en 2012, por lo que no debe ser tan buena su reforma.

Algunas informaciones, como la que firma Clemente Heras en este periódico, no auguran nada bueno, como era de esperar. No habrá “minijobs”, decía la ministra Báñez, pero se legalizará que se pueda trabajar por debajo del salario mínimo. Por lo visto, los 641 euros actuales están “por encima de nuestras posibilidades”. Lo máximo a lo que podremos aspirar será a 33 días de indemnización por despido y las “obras y servicios” podrán durar hasta cinco años. Pero sobre todo asustan las restricciones al derecho de huelga, que se harán maquilladas para contentar a la patronal sin que se note mucho.

En lugar de intentar informar a los ciudadanos sobre qué se les viene encima, los medios de la derecha se han apresurado a preparar la pista de aterrizaje para la reforma laboral. El que mejor se ha empeñado ha sido El Mundo, con una encuesta que revelaba que el 65% de los sondeados aceptaría una indemnización por despido de 20 días y más del 50% trabajaría por minijobs de 400 euros. La trampa de Pedro J. era interrogar sólo a los parados, que es como preguntar a un ciego si perdería un dedo por recuperar la vista. Aunque en realidad, para que él pudiera ver, nos tuvieran que amputar algo a todos los demás.

Si lo que se ha adelantado toma forma, puede que la huelga que los egipcios protagonizaron hace más de 3.000 años sea un bonito recuerdo de lo que antes podíamos hacer. Tampoco es para escandalizarse, ya que los trabajadores de las pirámides tenían entonces más derechos que ahora. Además de disfrutar de más días de vacaciones que los españoles, que ya es decir, tenían más facilidades para pedir la baja laboral de las que hay actualmente. Y eso también se quiere recortar.

¿Es exagerado decir que los constructores de las pirámides vivían mejor que muchos españoles? No lo parece. Ellos tenían un trabajo que les remuneraba con lo suficiente para alimentar y vestir a su familia, además de un techo bajo el que vivir con sus hijos y esposa. Y eran totalmente libres, no esclavos como se creía hasta ahora.

Nosotros, en cambio, seguimos dejando que nos fabriquen látigos en forma de hipotecas que no podremos pagar con 400 euros de salario y teléfonos inteligentes imprescindibles sin los que hace 10 años vivíamos tranquilamente.

Marcos Paradinas es redactor jefe de El Plural