Todo ello fue antes de la EPO o eritropoyetina, la hormona mágica que aumenta los glóbulos rojos y por consiguiente la cantidad de oxígeno que estos llevan a los músculos al límite del ciclista. Ese puntito más que permite ganar grandes vueltas, pero que también convierte la sangre en un líquido más denso de lo normal arriesgando la vida del deportista. Fue antes de que el dopaje dominase la actualidad del ciclismo, apartando la épica para poner el foco sobre las jeringuillas  y las transfusiones. Nadie habla de ollas belgas y otros menús que se servían antes del engaño sofisticado, cuando los controles eran una anécdota, buena muestra de la hipocresía que domina el mundo ciclista como un cáncer casi más dañino que las propias hormonas milagrosas.

Alberto Contador ha sido víctima de esa hipocresía; de un afán de persecución contra el deporte español que roza el esperpento entre, por ejemplo, muchos medios de comunicación franceses que curan las frustraciones por los ridículos recurrentes de sus deportistas patrios arrojando la sombra de la duda sobre los éxitos cosechados al sur de los Pirineos. Y no es patriotismo barato. Contador, y como él muchos otros durante los últimos años, humilla el orgullo gabacho en el Tour de Francia con la misma puntualidad que tiene Rafa Nadal ganando Roland Garros. Demasiado, mon Dieu! Pongo esto en primera persona, porque llevo viendo dar pedales a Contador desde que militaba en un pequeño equipo llamado Iberdrola. Por aquellos años le observada muy de cerca, desde una moto al lado de su bicicleta, mientras él acumulaba victorias en montaña y contrarreloj con una facilidad que no dejaba indiferente a nadie. Hoy es un deportista condenado. Bajo sospecha. Señalado como culpable sin que nadie haya probado la intencionalidad de su delito. Tendrá que apelar el ciclista una vez más a la épica perdida, aunque esta vez no sea para remontar las curvas de puertos míticos en Los Alpes. Sacar de nuevo la casta; morirse encima de la bicicleta legal, para poder volver dentro de unos meses a la carretera y volar vestido de amarillo sobre los intereses que habitan el deporte y la hipocresía de los perdedores habituales.

Ion Antolín Llorente es periodista y blogger
En Twitter @ionantolin