Suponemos  que en razón de la generalidad de los sectores afectados dicha huelga anunciada tendría que ser también general.

Así se lo ha confesado el presidente español a su colega finlandés, Jyrki Katainen, en el cafelito previo a la cumbre. Como haciendo méritos.

“Este viernes – ha recordado a su homólogo - hemos hecho la ley de Estabilidad. El viernes que viene haremos la reforma financiera. Luego, la laboral que me va a costar una huelga”.

Mariano Rajoy desgranó de esta forma sus méritos sacando pecho como lo hiciera José Luis Rodríguez Zapatero cuando presumió de congelar las pensiones y reducir el sueldo de los funcionarios.

Ahora es el turno de la derecha y nadie niega a este Gobierno  legitimidad para adoptar las medidas que estime necesarias.

Sorprende sin embargo que el jefe del Ejecutivo hispano haya renunciado de antemano a un acuerdo previo entre sindicatos y empresarios.

Se esperaba algo más de confianza en ellos  después de que hayan dado un ejemplo de realismo al pactar una severa congelación salarial que les hará perder poder adquisitivo.

La reforma laboral, en el mejor de los casos, no contribuirá a la salida de la crisis por lo que no debiera aparecer en el primer frente de las reformas que debería encabezar la del sistema financiero.

Todos entendemos la necesidad de reducir el déficit y la deuda y de acabar con los costos que representa unas administraciones públicas manifiestamente mejorables pero hay que lamentar que se esté colando el estereotipo, falso e injusto, de que es imperativo desmontar el estado de bienestar.

Se está remachando con la idea de que no superaremos la crisis si antes no se revocan lo que estimábamos que eran derechos adquiridos.

Sería razonable una reforma a fondo de las Administraciones Públicas pero no es admisible que, con el pretexto de la crisis, se trate de tirar por el desagüe un pedazo de civilización europea

No creo que los ciudadanos, sean de derechas o de izquierdas,  acepten estos planteamientos que remachan día a día determinados gurús economicistas.

No hay que olvidar, como señalaba ayer Ángel Laborda en los “Desayunos de El Nuevo Lunes”  que el estado de bienestar español es el más raquítico de Europa, que los vecinos europeos se gastan mucho más en sanidad y educación, pongamos por caso, que nosotros.

La cuestión no es el gasto sino la eficiencia y en ese sentido hay mucho camino que recorrer y muchos sacrificios que asumir. Pero no metamos de contrabando la mercancía averiada que nos intentan colocar los paladines del pensamiento reaccionario.

José García Abad es periodista y analista político