Los errores...
Es un error dañar de esta manera el consumo gravando las rentas del IRPF, especialmente aquellas que se declaran menos favorecidas al ser éstas las de mayor propensión marginal al consumo, verdadero garante del crecimiento económico en el ciclo español.

Es un error gravar además el ahorro entre un 2% y un 6% dejando sin salida al contribuyente -ni consumo, ni ahorro-, desplazando la financiación privada para tapar los agujeros públicos de una gestión que ha comenzado a ser caótica.

Es un error gravar a las rentas más bajas con un recargo del 0,75%, haciendo recaer sobre los que menos tienen (y más proporción, insisto, destinan al consumo) el peso de la financiación de los desequilibrios públicos.

Es un error para la equidad de todo tipo, horizontal y vertical, hacer recaer este fraude sobre las rentas salariales de las que se obtendrán 4.100 millones de euros, frente a lo que se toma añadido de las rentas de capital que ascenderá a 1.200 millones de euros.

Es, además, un error disminuir los programas destinados a I+D+i en 600 millones de euros e hipotecar el crecimiento a largo plazo de la economía española, verdadero factor que garantizaría nuestro desarrollo, la ocupación e, incluso, el incremento de los ingresos públicos.

Tan grave como el error de elevar la jornada laboral condenando al desempleo a muchos interinos de la Administración, muchos de ellos con la oposición aprobada, en un momento en el que no cabe un desempleado más.

Inocencia o error pensar que por congelar el Salario Mínimo Interprofesional a niveles aún africanos los empresarios van a contratar a más operarios.

Errores y más errores. Porque, en definitiva, es un error de política económica, y de primera magnitud, desarrollar una política fiscal y de rentas que deprima el consumo de los más débiles, limite la canalización del ahorro hacia la inversión e hipoteque el futuro de nuestros investigadores.

...y las mentiras

Porque era mentira aquella recogida de firmas contra la subida de impuestos, una declaración de guerra al estado de derecho que se antoja ahora tan falsa como histérica. Esa oposición impostada al incremento tributario, una pose, un falso drama.

Era mentira que el Estado falseara sus cuentas, que los interventores fueran todos unos incapaces, sino que el incremento de la previsión del déficit público del 6% al 8% se debe, sin embargo, a las comunidades autónomas que ellos mismos gobiernan (según ellos también han reconocido).

Era mentira entonces que fuera el Gobierno de José Luis Rodríguez Zapatero el que le diera la espalda a los menos favorecidos. Porque tan mentira era aquello como defender por su parte a los que menos tienen y, ahora, decidir aplazar la aplicación de la Ley de Dependencia.

Y porque era mentira que el gobierno anterior le regalara el dinero a los bancos, sino que se les avalaba, y ahora, lo primero que hacen es avalar también con 100.000 millones de euros a las instituciones financieras españolas.

Porque aún siendo mentira que el gobierno anterior trabajara al dictado de otros gabinetes, aún siendo injusta esta acusación conservadora, ahora sin rubor reconocen que durante la toma de las últimas decisiones han estado en contacto permanente con Berlín.

Era mentira, claro que era mentira. Cuántas veces hemos escuchado decir que la crisis la provocó Zapatero para, ahora, reconocer en la segunda o tercera frase del discurso de investidura que España no está sola, que depende de un contexto europeo inestable y una crisis internacional abierta.

Antonio Miguel Carmona es profesor de Economía, Portavoz de Hacienda del PSOE de la Asamblea de Madrid y Secretario de Economía del PSM-PSOE

www.antoniomiguelcarmona.wordpress.com