Por supuesto que dichas políticas republicanas, reaccionarias, como dice la misma Wolf, no son feministas. El feminismo no es una condición natural de las mujeres que están en política o que ocupan un puesto de trabajo. El feminismo es una teoría crítica, es un movimiento social y político, es una ética, es un paradigma ideológico con unos mínimos normativos fuera de los cuales no se puede ser feminista. Ni que decir tiene por tanto, que se puede ser hombre y feminista y mujer y antifeminista. Otra cosa es que es verdad que esas mujeres reaccionarias están donde están gracias al feminismo, que pueden votar gracias al feminismo, que pueden trabajar, tener los hijos que quieran, no ser una propiedad del marido, ganar su dinero, tener sus propiedades, gracias al feminismo. Lo que eso quiere decir es que algunos de los postulados básicos del feminismo han pasado a formar parte de lo que se consideran derechos humanos, sociales y políticos básicos; que el feminismo ha ampliado las posibilidades vitales, de igualdad y felicidad para todos y todas. Eso es un éxito del feminismo desde luego y demuestra que el feminismo es una de las revoluciones más exitosas del siglo XX en tanto que ha conseguido que algunos de sus postulados pasen a ser considerados patrimonio común; pero aun así, eso no hace feminista a todo el que las utilice, como no es socialista todo el que use la sanidad pública. Porque el feminismo es mucho más que eso.

Dice Wolf que la libertad de elección es la base del feminismo. No es cierto; esa falsa libertad de elección será la base del neoliberalismo, no del feminismo. La base del feminismo es la igualdad entre hombres y mujeres. A pesar de las perversiones a las que es expuesta la palabra “libertad”, cualquiera que no sea de ideología neoliberal sabe que la libertad de elección no existe sin una previa igualdad que la garantice. Sin igualdad no hay libertad más que para unos pocos, entre los que rara vez se encuentran las mujeres. Por el contrario, es cada vez más evidente que ser feminista, es decir, apostar por la igualdad entre mujeres y hombres, requiere no sólo no ser de derechas sino ser anticapitalista. Lo cierto es que el capitalismo globalizado y el patriarcado (capitalista), dos sistemas de opresión diferentes pero interdependientes se han aliado; el primero exige mano de obra barata, flexible, pauperizada, casi esclava, y el segundo escoge el sexo de esa mano de obra: mujeres. El primero exige un tributo en pobreza humana y el segundo le pone sexo a esa pobreza. La pobreza es femenina, la mano de obra barata en condiciones de semiesclavitud está compuesta por mujeres; los recortes de los servicios sociales básicos son sustituidos por el trabajo gratuito o mal pagado de las mujeres, la propiedad de los medios de producción, de la tierra, de la riqueza, es de los hombres; las que no tienen tierras son mujeres, las que trabajan gratis son mujeres,  las precarias, las mal pagadas, son las mujeres;  las que son raptadas y esclavizadas para ser vendidas como esclavas sexuales o criadas domésticas al mundo rico son mujeres, las que no son dueñas de sus cuerpos son mujeres, las que son obligadas a abortar o esterilizadas si sobra población son mujeres; pero las que son obligadas a parir contra su voluntad si lo que falta es población son mujeres: las que son analfabetas porque no hay dinero para la educación son mujeres, las que se quedan fuera de los hospitales porque no hay dinero para médicos son mujeres; las que trabajan de sol a sol, en casa y fuera, son mujeres; las que emigran en busca de un futuro mejor que puede convertirse en una pesadilla son mujeres; las que son asesinadas si piden sindicarse en una maquila son mujeres; las que no tienen derechos laborales son mujeres etc.

Eso es lo que el capitalismo requiere de sus víctimas y el patriarcado se encarga de que esas victimas sean mujeres. Así que ser feminista, estar por la igualdad, la libertad, las oportunidades de las mujeres exige un cambio de las estructuras sociales, culturales, simbólicas, pero también económicas. Cospedal, Sarah Palin, Esperanza Aguirre, Margaret Thatcher y todas esas mujeres de derechas no son feministas porque, por muy mujeres que sean, sus políticas van a empeorar dramáticamente la suerte de la mayoría de las mujeres. Eso es incompatible con el feminismo. Así que no se puede ser feminista y de derechas. Lo que sí se puede ser es mujer y reaccionaria y esto es lo que son, sin más, estas mujeres que Naomi Wolf nos pone de ejemplo; reaccionarias sí, feministas no.

Beatriz Gimeno es escritora y expresidenta de la FELGT (Federación Española de Lesbianas, Gays y Transexuales)