Al parecer, la primera intención de Lucy fue hacer volar la avioneta sobre Washington, pero cuando se enteró de que está prohibido sobrevolar la Casa Blanca y los edificios del Congreso y el Senado en Capitol Hill, decidió cambiar de objetivo, y de la capital política pasó a apuntar a la capital financiera.

El piloto, por solidaridad con el mensaje, le rebajó el precio del trabajo
Lucy declaró en una emisora de San Luis, en Missouri, donde vive, que “pensé que este gesto era algo que podía hacer porque no me costaría un millón de dólares y quizá así alguien me escuchara”.  De hecho, cuando contactó con “flysigns.com” (vuelacarteles.com)  para hacer el trabajo y contó lo que pretendía, se encontró con que el dueño de la empresa, Justin Jaye simpatizó de inmediato con la idea.

Y no sólo eso, la simpatía la convirtió en dólares. En concreto en una rebaja del precio. Por un servicio por el que cobran unos 1.500 dólares, Justin Jaye decidió cobrar a Lucy poco más de la mitad, 895 dólares. “Todos apoyamos lo que decidió hacer, y quisimos apoyarla y hacer que pudiera costearlo”, dijo el dueño de la compañía de carteles.